jueves, 28 de julio de 2011

EL PRECIO DE TU SOLEDAD


Porque estar solo es tan delicioso como amargo.
Tan necesario como inútil.
¿Está escrito acaso en algún lugar?
El que debamos ser entes acompañados
eternamente.
No, no lo está y jamás será vital.
Nacemos y morimos solos.
¿Nunca lo habías pensado?
Con media docena de desconocidos a tu
alrededor,
mientras tu madre casi inconsciente te da a luz.
Y malgastas la mitad de tu joven vida
tratando de comprender el sentido de todo esto.
¿No te das cuenta?
Eres solo tú, quien vive tu destino.
Quien sufre las consecuencias de tus decisiones,
y quien se percata de lo dulce entre la porquería
de este mundo.
No es el tipo que se sienta a tu lado en geometría.
O el pepenador de los depósitos de la basura.
Eres tú.
Un punto más en esta comunidad interminable de
almas mendigas.
Un ser sin importancia suficiente para cambiar el
rumbo de la historia.
Patética presencia innecesaria.
¿Deprimente pensarlo verdad?
Sin embargo, muy cierto.
Que nadie es indispensable.
Desde la primera lágrima sincera que derramas,
hasta el momento más feliz que consideras.
Son recuerdos obsoletos para el continuar de este
tiempo.
Y peor aún, quizás.
En el instante cuando más gente que te quiere se reúne.
Te das cuenta, irónicamente, de que el morir,
también es tarea individual.
Nadie estará ahí para acompañarte a través de los
desconocido,
De lo intangible o de la nada.
En tu último suspiro, no hay nadie.
Circunstancia inevitable de tu ciclo natural.
Y tú que pensabas que el ser humano,
como te lo explico tu profesor de biología,
era un animal necesariamente social.
Mentira. La maldita falta de compañía:
siempre existirá.
Pero,
¿Por qué sentirnos desdichados cuando nadie
Toma nuestra mano?
Si siempre es de lo más necesario
tener estos instantes de adictiva fidelidad con
nosotros mismos.
Estar en el medio del vacío es tan relativo,
como llenar la falta de algo con nuestra propia
imaginación.
Trata de darte esos cinco minutos solo contigo.
Que sean esos momentos, únicos, auténticos,
tuyos.
No dejes que nadie interrumpa tus vagos
recuerdos
y tus fantasiosos anhelos.
Suspira, y escucha el soplar de tu respiración;
pues no hay nadie más ahí, solo tú, tu delicada
esencia
y quizás una copa de tu bebida favorita.
Disfruta, pero no llegues muy lejos,
pues todo esto,
será el precio de tu soledad.

Salvador PZ


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