Destellos etéreos
asomos apenas perceptibles
de lo que es y no.
Volátiles ideas que no llegan a formarse
realidad palpable como el aire
anegada de interioridad.
Huecos rellenos de ceniza.
Consabida conciencia en negación.
Hojas al pantano de la conmiseración
contraída por la falaz reclamo
de corrupta irrealidad.
Pies manchados de cieno conceptual.
Estúpidas marionetas de vulgaridad.
Si sienten vivas… y no es verdad.
Amo a la oscuridad, siento el viento frio en mi rostro,
siento las hojas secas bajo mis pies,
aun la herida de mi corazón sangra. Fui derrotada,
caí bajo la espada de un ángel y ahora, de pie
con la sangre cubriendo mi cuerpo,
siento el poder de Hades emerger del inframundo,
los gritos de mil suicidas, el canto de las sirenas,
el aullido del lobo, el llanto de infantes no natos
los fantasmas, pesadillas, sangre, intestinos putrefactos,
odio, orgullo, coraje… ¡poder! Traspasan las barreras
del tiempo, del espacio, entran por las plantas de mis
pies
e inundan cada poro de mi piel…
Levanto la mirada, veo a mi verdugo.
Mi mirada y mi sonrisa, dulces, lastimosas
se tiñen poco a poco de un color extraño,
ese tinte que sólo la locura y la venganza
son capaces de crear…
Abriste la puerta, ángel mío, de mi prisión
después de ese golpe en mi pecho…
¿En verdad creíste que había muerto?
¡No, amor mío!,
¿No sabes que a un demonio no se le mata?
¡Se le expulsa, se le encarcela, pero nunca se le
extermina!
¿Qué, quieres golpearme otra vez?
¡Intenta mil veces si lo deseas!, seguiré de pie…
La oscuridad me cubre ahora… es…
es delicioso su sabor…
¡El poder es ahora mío!
Ya no te amo, ya no estoy encadenada a tus pies.
Mis alas se despliegan tras mi espalda,
¡Ahora soy libre! ¡Libre de ti!
Tuviste la dicha de tenerme enjaulada,
de humillarme, de pisarme porque yo lo permití.
Nunca tuviste el poder, siempre fue mío…
Este momento nunca lo olvidaras…
¿Qué, te rodillas ante mí?
¿Ahora deseas mis labios, mi cuerpo?
¡Qué estúpido y patético eres!
No cabe duda que la estupidez no es exclusiva del
mortal;
estuve a tus pies, un maravilloso ángel oscuro estuvo
a tu merced.
No tuviste el coraje para poseerlo, hacerlo tuyo, si ya
era tuyo…
Te hubiese enseñado tantas cosas,
cosas prohibidas que en el cielo no existen,
deseos que siempre has querido realizar.
El lado oscuro estaba en tus manos… y, ¡ja!, ahora lo
deseas.
Púdrete en tu incomprensión,
llora tu equivocación,
sueña, desea lo que nunca tendrás… pero
antes… de irme… para siempre… déjame ver tus ojos,
por última vez,
deja quedar suspendida en la miel de tu mirada y
déjame
contemplarte así, de rodillas, mi hermoso ángel.
Déjame guardar tu imagen doliente, disfrutar de mí
victoria,
quedarme con tu llanto que tú, te quedas con mí
corazón…
Ahora camino, y aun siento la sangre resbalar por mí
cuerpo
manando del lugar donde alguna vez estuvo mi
corazón
dejando una estela rojiza en las hojas secas del
camino,
mezcladas con el agua de mar que brota de mis ojos.
Si, estoy sufriendo, pero en las tinieblas el dolor no se
siente tanto.
Sí, estoy mejor ahora, exhalo el olor a tristeza a
soledad.
Siento el viento frio de la noche, la tenue luz de mi
amada sobre mi piel,
siento el poder de Hades en mi sangre, en la luz de
mis ojos.
¡Ah!, como amo la oscuridad.
Camino como un saco de sangre
me arrastro en la tierra
inyectándome la tristeza
dejando un rostro de lágrimas
lamentos en la noche de una luna negra.
Guiado por el dolor
me limpio la sangre de los labios
después de alimentar mí marchito corazón.
Perdido en el bosque de la soledad
oyendo crujir los huesos
aquí entre los muertos
esta mi fosa para enterrarme
guardando mis recuerdos
lamentos en la noche de una luna negra
Camino como un costal de sangre
cargando mis penas, lamiendo la hiel,
recuerdo enlodados en cada paso,
en cada latido están muriendo
lamentos en la noche de una luna negra.
Rasgando tu silueta que se plasmo
en la pared, humedecida de llanto
en medio de una luna resplandeciente
de aquella luna negra.
Lamentado esos ojos de amor
huyendo del abismo de mí,
de mis huellas marcadas en tu piel.
Cenizas de pasión del fuego ardiente
que no volverás a tener
con la cólera que me hace hervir la sangre
te desgarro, te arrastro dejan do una línea roja
en mi boca, después me pierdo
con lamentos en la noche de una luna negra.
Nadie te encontrara
nadie te besara
dejare tu cuerpo aquí entre los restos
de muertos
y sólo se escucharan lamentos en la noche de una
luna negra.
Sabine


